Mindfulness en las escuelas: Un requisitio en la educación de la Nueva Era (Parte I)
Vivimos en una sociedad cambiante, caracterizada por la inmediatez y las prisas, en la que todo lo que percibimos e interpretamos como nuestra realidad es previamente procesado por una serie de prejuicios aprendidos y creencias adquiridas. Llegar a tener una percepción de la realidad que esté más en consonancia con nuestra esencia requiere de una ATENCIÓN PLENA, de la conexión voluntaria con nuestra consciencia. Minfulness es una práctica meditativa muy útil para facilitar este contacto con nosotros mismos y nos permite vivir el día a día de una forma más consciente y responsable (López-Hernáez, 2016).
La práctica continuada de mindfulness influye positivamente en el ámbito físico y emocional de la persona (Stahl, Goldstein, Kabat‐Zinn y Santorelli, 2010). Esta es una de las razones que han contribuido a que esta práctica milenaria llegue a occidente para quedarse. A pesar de que mindfulness es más conocido en el entorno de la vida adulta, diferentes estudios han demostrando el impacto positivo que esta técnica meditativa puede tener en los niños. Según estudios recientes, los niños que practican mindfulness experimentan una mejora en su desarrollo personal y rendimiento académico (López-Hernáez, 2016), aspectos beneficiosos para hacer frente a una sociedad cambiante y a un exigente rendimiento académico. El alto grado de excelencia demandado en la escuela y en el mundo laboral actual requiere de una capacidad avanzada de concentración y de atención que debería ser entrenada (Semple, Droutman, y Reid, 2017).
Mindfulness y competencias emocionales
Que los niños y los jóvenes de hoy necesitan desarrollar sus competencias emocionales para dar respuesta a las necesidades de la sociedad del siglo XXI es una realidad incuestionable (Pellegrino y Hilton, 2013). La mayor parte de los autores que se ocupan del estudio de las competencias emocionales coinciden en que la autoconsciencia emocional es el primer estadio para poder llegar a la gestión emocional (Campayo y Cabedo, 2020). En este sentido, la práctica de mindfulness emerge como una herramienta sumamente útil, pues nos permite desarrollar la autoconsciencia emocional a través del trabajo de la atención plena dirigida a nuestros procesos internos. Además, los estudios también muestran evidencias de que el desarrollo de la atención plena en niños en el ámbito educativo contribuye a la mejora de los niveles de creatividad, la disminución de los niveles de ansiedad o el incremento de la capacidad de atención. Su práctica también propicia conductas menos agresivas y mejora la autoeficacia (Parra, Montañés, Montañés y Bartolomé, 2012). Todo esto tiene un impacto positivo en la participación de los niños en clase, el respeto hacia sus compañeros y el absentismo (Schwartz, 2014).
Mindfulness en el contexto educativo
La educación, tal y como está planteada en la actualidad, se basa en los principios del modelo tradicional. Este modelo se centra en la productividad del alumnado anteponiendo la adquisición de los contenidos propios de cada disciplina a los valores sociales y personales, es decir, aquellos aspectos relacionados con la parte humana de la persona (Mañas, Franco, Gil y Gil, 2014). Sin embargo, este sistema ya no puede sostenerse en una sociedad que reclama a seres humanos desarrollados y conscientes que contribuyan al cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que la ONU fijó para la Agenda 2030.
Tal y como he comentado anteriormente, mindfulness contribuye a mejorar la autoconsciencia de la persona, primer paso para el desarrollo de las competencias emocionales tan necesarias para el desarrollo humano. Esta podría ser una de las razones por las que muchas las escuelas, en diferentes países, están integrando la práctica de mindfulness como parte de su programa de educativo. Pero, ¿qué es necesario para que estas iniciativas educativas sean efectivas?
Requerimientos para una práctica de mindfulness exitosa en el entorno educativo
En primer lugar, es esencial que todos los miembros adultos que integran la comunidad educativa –padres y profesores principalmente– trabajen en equipo en la misma dirección, hacia un mismo objetivo. Es necesario que estos agentes educativos hayan desarrollado su propia autoconsciencia y se hayan formado convenientemente en mindfulness antes de enseñar a los niños los conocimientos y actitudes propias de esta práctica. En palabra de Mañas, Franco, Gil y Gil (2014):
Sólo un educador consciente puede educar de forma consciente. Un educador consciente estará atento, tranquilo, relajado, en paz consigo mismo y con los demás. A través de su mera presencia encarnará cualidades y actitudes como la paciencia, la confianza, el respecto y la amabilidad. Será un modelo para sus alumnos y los motivará, guiará y ayudará a que desarrollen éstas y otras cualidades, actitudes y competencias. Estará en disposición de ayudar a sus alumnos a que generen su propio autoconomiento y habilidades de mindfulness (p. 194).
Mindfulness es más que una práctica aislada. Mindfulness lleva implícitas una serie de actitudes que los niños aprenden mediante la observación de las personas de referencia para ellos –de nuevo padres y profesores principalmente. Esto implica que las actitudes propias de mindfulness se encuentran integradas en la forma de afrontar la vida. Podríamos decir que se trata de un estilo de vida basado en vivir el día a día de una forma consciente[1].
Así pues, el objetivo primordial de la introducción de mindfulness en las escuelas sería que los niños fueran capaces de desarrollar la atención plena para poderla extrapolar a cualquier situación e integrarla en su vida cotidiana. Además de su práctica en las escuelas, sería conveniente trabajar la atención plena en casa desde edades tempranas con el objetivo de que los niños identifiquen mindfulness como algo natural y que sean capaces de integrarlo de forma sencilla en su forma de relacionarse con ellos mismos y con el medio que les rodea (Tébar y Delgado, 2015).
Siguiendo con las autoras, para que la práctica de mindfulness se pueda llevar a cabo exitosamente en el aula, es aconsejable que las actividades sean los suficientemente flexibles para adaptarse a las necesidades de cada niño y del grupo en concreto con el que se va a trabajar. Algunos de los aspectos que se proponen para adaptar las actividades son a las necesidades del alumnado son:
1) Intereses y edades de los niños
2) Tiempo apropiado, que estará en función de la capacidad de los niños de mantener la atención
3) Tener a disposición diferentes tipos de actividades para poderlas utilizar según las circunstancias. Aunque la clasificación de las distintas actividades puede ser variada en función de la forma en la que se va a trabajar la atención, todas ellas se pueden clasificar en dos grandes grupos: (a) dinámicas –aquellas que requieren del movimiento para su implementación– y (b) estáticas –las que no lo requieren.
Según lo comentado anteriormente, la práctica e integración de mindfulness en la vida de los niños es un hecho que se está llevando a cabo, en parte, por la iniciativa de algunas escuelas de incluir esta práctica meditativa como parte de sus proyectos educativos. La finalidad de esta iniciativa sería fomentar una sociedad más consciente y equilibrada emocionalmente.
En una segunda parte de este artículo, explicaré las características de algunos de los programas de mindfulness que se han implementado en el contexto educativo hasta el día de hoy en diferentes países e indicaré algunos de los recursos que se han utilizado en los mismos.
REFERENCIAS
Campayo y Cabedo (2020). Intrapersonal Skills and Music Performance in Elementary Piano Students in Spanish Conservatories: Three Case Studies. International Journal of Music Education, 38(1), 93-112.
López-Hernáez, L. (2016). Técnicas Mindfulness en Centros Educativos. Desarrollo Académico y Personal de sus Participantes. Revista Española de Orientación y Psicopedagogía, 27(1), 134-146.
Mañas, I., Franco, C., Gil, M. D., & Gil, C. (2014). Educación consciente: Mindfulness (Atención Plena) en el ámbito educativo. Educadores conscientes formando a seres humanos conscientes. Alianza de civilizaciones, políticas migratorias y educación, 193-229.
Parra, M., Montañés, J., Montañés, M. y Bartolomé, R. (2012). Conociendo mindfulness. Ensayos, Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 27, 24-46.
Pellegrino, J.W., & Hilton, M.L. (Eds.). (2013). Education for life and work: developing transferable knowledge and skills in the 21st century. National Academies Press.
Semple, R. J., Droutman, V., & Reid, B. A. (2017). Mindfulness goes to school: Things learned (so far) from research and real‐world experiences. Psychology in the Schools, 54(1), 29-52.
Schwartz, K. (2014). Low-income schools see big benefits in teaching mindfulness. KQED Mind/Shift.
Stahl, B., Goldstein, E., Kabat‐Zinn, J., y Santorelli, S. (2010). Mindfulness para reducir el estrés. Barcelona: Karios.
Tébar Bueno, S., & Delgado, M. P. (2015). Practicando Mindfulness con el alumnado de tercer curso de educación infantil. Ensayos: Revista de la Facultad de Educación de Albacete, 30(2).
[1] De esta cuestión y muchas más se habló en la entrevista realizada a Aulas en Calma desde El Rincón del Docente Holístico. A continuación os facilito el enlace a la entrevista por si fuera de interés.